Los cambios propuestos al Monotributo: adecuación de escalas y reducción de la disparidad de carga tributaria con los contribuyentes del régimen general.

La reforma enviada al Congreso busca adecuar las escalas a la situación inflacionaria y avanza en la reducción de la disparidad de presión fiscal existente entre Régimen Simplificado y Régimen General. En efecto, establece un tránsito menos traumático entre ambos sistemas, reduciendo el enorme incentivo a evadir que tiene el sistema tributario actual en este aspecto.
Actualmente, el porcentual de presión tributaria, considerando solo impuesto a las ganancias (bajo el supuesto que se pueda trasladar el IVA), era muy superior para quien estaba en el régimen general en relación al monotributista, durante el año 2023. En efecto, en el margen superior del sistema, el pase de uno a otro implicaba un salto de carga impositiva superior al 300%, ya que se pasa del 3,1% al 13,1%. Esta brecha es un incentivo muy grande a evitar formalizar las operaciones. Para 2024, sin reforma este diferencial se ha atenuado, porque por los mecanismos de ajuste establecidos legalmente, la modificación nominal de los parámetros ha sido más significativa en el impuesto a las ganancias que en el monotributo, que tiene un atraso mayor en los índices de ajuste.
Con el proyecto de reforma en discusión, se reduce la presión tributaria sobre el régimen general y, a su vez, se incrementa el porcentaje de tributación en las categorías superiores de monotributo, incluso habilitando la posibilidad de revistar en ellas a los prestadores de servicios.
Con la reforma, para un prestador de servicios en las categorías superiores del monotributo, la decisión de permanecer en el mismo estaría más ligada a cuestiones de administración que de presión tributaria, eliminando así el incentivo a no formalizar las operaciones. En el caso de la categoría K, si se es monotributista se tendría una alícuota efectiva del 13%, mientras que si se está en el régimen general la alícuota sería del 15,3%.